domingo, 14 de junio de 2009

Debo reconocer que te extraño demasiado

Hoy quiero decir lo que no me he atrevido a reconocer, ni siquiera adentro de mí. Y al escribir esta entrada creo que estoy dando pasos. Por lo menos lo estoy reconociendo y comienzo a externarlo.

Hoy sentí envidia y lloré. Vi a un papá abrazando a su hija grande y vi a ésta recargándose sobre su regazo y surgieron emociones en mi. Primero, no las sentí. Sólo estaba siendo observadora, pero después llegaron y con ellas mis lágrimas. La verdad es que extraño mucho a mi papá. Sé que la muerte de un ser querido es algo que todas las familias enfrentan en algún momento. Y bueno, mi papá ya tiene tiempo que no está aquí. Se que está en un lugar mejor, estoy segura. De todas maneras no deja de hacerme falta.
Sobre todo ahora, que casi todas las imágenes de buenos hombres en mi vida se han caído.

Yo se que una persona madura aprende de los dolores, de los errores, de las experiencias propias y de otros. Y he tratado de madurar y tomar en serio mi papel y lugar, hoy en este mundo tan loco. Pero hay momentos, como el de hace rato, donde simplemente surgen las lágrimas, porque pasa algo que me evidencia cuanto desearía volver a verlo y abrazarlo y sentirme segura, sólo porque él está a mi lado.

Tal vez, esa parte de mi vida no está sana al día de hoy. Quizá porque yo misma no le he permitido sanar al negarme a aceptar que ha sido algo difícil de manejar para mi. Quizá me he engañado pensando que su muerte ha sido una prueba superada. Pero resulta que hoy me doy cuenta que no es así. Me encuentro deseando, como una niña chiquita, estar con mi papá.
Cómo desearía que él hubiera estado presente este viernes, en mi ceremonia de graduación. Estoy segura que se hubiera sentido muy orgulloso de mi.

Hay momentos en que podemos pretender ser alguien, que queremos ser pero que todavía no somos. Pero a veces... a veces simplemente se caen nuestras caretas y fachadas y nos logramos ver como realmente somos, simples niños con necesidades y toda la capacidad de amar sin reservas, sin prejuicios, sin engaños. Hoy al observar a ese papá con su hija, se cayó mi fachada y me vi.

Hay momentos en que no puedes esconderte más de ti mismo, que va de Dios.