Si me llegas a leer, quiero que sepas que:
No importa cuantas veces has caído, lo que importa es que te has levantado. Porque has llorado mucho, pero también has reído hasta que te ha dolido la panza. Porque has tenido miedo, pero también lo has perdido. Porque te ha dolido perder, pero has encontrado más, a veces donde menos esperas encontrar “algo”. Porque unas cosas terminan, pero otras apenas empiezan. Como el anochecer y el amanecer.
Que no se te olvide que al vivir hay que arriesgar. Que para aprender hay que caer. Que recibes mucho más cuando das, que cuando esperas recibir. Que el amar a tu país y hacer algo por él empieza en tí y en tu casa. Que no puedes controlar todo, pero siempre eres dueño de ti mismo. Que hacer bien al prójimo es un honor. Que vale la pena amar aunque a veces duela. Que cumplir tu palabra te da honra. Que no hay mejor regalo que la sonrisa de un niño. Que dar tu 100% en todo siempre trae buen fruto. Que agradecer lo que la gente hace por ti te hace humilde. Que la humildad es una virtud. Que siempre existirán cosas que desconozcas. Que siempre hay cosas nuevas que aprender. Que en la diferencia hay riqueza. Que tolerancia es una palabra que cuando regresa, no vuelve vacía. Que siempre existirán canciones para llorar y para reir y para bailar y para expresar lo que uno siente, cuando no puedes o no quieres decirlo abiertamente. Que perdonar beneficia a uno mismo. Que pedir perdón beneficia a uno mismo. Que reconocer un error no es para los débiles. Que “te amo” no es una frase prohibida. Que no es no. Que sí es sí. Que revolución es sinónimo de cambio. Que cambiar no significa perderse. Que el ajedrez es un juego de estrategia. Que planear sí sirve, pero que la espontaneidad es sumamente agradable. Que sonreir no cuesta.
No se te olvide.